Entrevista a RAMÓN GENER
(Textos de Esther Paredes y Ferran González)
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Ramón Gener desprende afabilidad, humildad y pasión. La música le ha acompañado desde una edad temprana. Hablamos de ello y de su mejor amigo, el piano, al que cada día antes de irse a dormir, tras cerrarlo con llave, le da las buenas noches. No cabe relación más entrañable, más amorosa. El piano es capaz, nos cuenta, de “convertir la matemática del papel en algo intangible que son las emociones que transmite”. Y hablamos también de Beethoven, el primer hombre que sobre un mar de nubes mira de frente a la naturaleza salvaje y lo hace como genio creador.
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142 RC. En enero de 1973, siendo un niño, en una de las noches más gloriosas de la historia del Liceo, asistes a una representación de Norma. Cuentas en uno de tus libros, que te llegaste a dormir.
Bueno, lo recuerdo como si fuera ahora mismo. Recuerdo a mi madre peinándome, poniéndome colonia en el pelo, recuerdo llegar todos al Liceo y que al cabo de 10 minutos me estaba durmiendo y mi madre me llevó al antepalco donde había un sofá y allí ya me quedé totalmente dormido. Lo recuerdo con muchísimo cariño, porque la música a cada uno le llega en un momento determinado y en el caso de mi madre, de mis padres, tenían la inquietud de que la música que ellos consideraban que me tenía que llegar, me llegara lo antes posible, con 6 años, pero no era el momento. Yo no podía entender nada. A lo mejor hay otros niños que con 6 años ya se pueden tragar la Norma entera, pero yo no, así que lo recuerdo con mucho cariño y esta anécdota la comento muchas veces con mi madre y nos reímos mucho de esta situación.
142 RC. Compartir, enseñar, aprender, tu vida ha girado en torno a esas tres palabras y además hacerlo con pasión.
Si, sobre todo compartir. No me gusta nada cuando se refieren a mí como “divulgador” o “profesor”, sobre todo porque me he dado cuenta de que cada vez que estoy con personas que se supone que tienen que aprender de mí se produce un fenómeno y es que yo aprendo mucho de ellas. Al final, no se trata de enseñar sino de compartir. Machado decía “lo único que queda es lo que das y lo único que se pierde es lo que te quedas”, así que yo soy bastante fanático de la palabra “compartir”. Si hay alguna cosa que sabes, mejor o peor, o que crees saber o que puedas saber, hay que compartirla.
142 RC. Cuentas en una de tus obras que tienes dos referentes importantes, Mozart y Rossini; y comentas que la imaginación es absolutamente necesaria para ti.
Si, ahora mismo, antes de venir aquí, estaba preparando una conferencia que tengo dentro de dos semanas sobre Rossini en Valencia y me fascina la capacidad de estos dos hombres. La conferencia es sobre La Cenerentola (La Cenicienta), una obra de Rossini que compuso con 24 años y la compuso en unos 25 días. El libretista escribió el libreto en 24 días y él escribió la música en 25 días. Cuánta imaginación hay que tener, cuánta capacidad de creación, de inventiva, hay que tener para ser tan rápido y que todo lo que escribes sea tan trascendental y que nada sea aleatorio, casual, superfluo. Claro que, en esta ópera, como no tenía tiempo suficiente, cogió la obertura de otra ópera que se llama La Gazzetta y la puso en La Cenerentola porque no le daba tiempo, pero incluso eso demuestra una maravillosa imaginación, el robarse a sí mismo su propia obra porque sabe que las personas que la van a escuchar no han escuchado la ópera anterior y, por lo tanto, nadie va a saber que esa obertura es de otro lugar. Y después, Mozart. Mozart es un hombre que usó todos los instrumentos posibles, escribió para todos los instrumentos que existían porque necesitaba saber, experimentar, saber cómo sonaba, saber cómo sería. La imaginación a mí me parece fundamental. También suelo hablar de la espiral de Resnick muchas veces y lo explico a todo el mundo, primero imagina, imagina lo que quieres, aunque parezca una locura, imagínalo, porque si lo imaginas podrás intentar crearlo, podrás intentar hacerlo, podrás intentar compartirlo, podrás intentar reflexionar sobre ello y a lo mejor muchas de las cosas que tú habías imaginado no serán posibles, pero si no empiezas imaginando lo imposible, de entrada ya vamos mal.
A las personas que vienen a escucharme o que están en mi equipo, por ejemplo, en Televisión, intento siempre abrumarles con lo imposible, con las ideas más locas, intento transmitir esta idea, esta ilusión. En La Cenerentola se dice “si tú sueñas muy fuerte tus deseos se harán realidad”. Yo soy muy fanático de compartir esta ilusión loca, naíf, pero si tienes a alguien en el equipo que tira de ti diciéndote que sí, que llegaremos a aquel lugar que parece imposible, que lo conseguiremos, creo que de algún modo ayuda a que esa cosa tan naíf, tan inocente y tan infantil, de algún modo, pueda ser posible.
142 RC. Escuchar música, dices, es como escuchar a un amigo, te tiene que hablar, hay que dejar que explique.
Sí, la música es, para muchos, una trampa mortal. Mucha gente está convencida de que escoge la música y a quién escucha, y esto no acaba de ser cierto. La música siempre te acaba escogiendo a ti y no al revés. Un día tienes un determinado estado de ánimo, una manera de vivir ese día, te han pasado una serie de cosas y entonces, la música que suena es la música que corrobora siempre tu estado de ánimo. Si estás triste te pones música triste, si te ha dejado la novia te pones música muy triste, si tu padre se ha muerto pones música triste, pero si estás muy contento porque ha pasado no sé qué, pones música alegre, ¿por qué? porque en realidad tú no estás escogiendo la música que vas a escuchar sino que estás usando la música para que la música confirme lo que tú sientes, confirme tu estado de ánimo en ese momento, de tal modo que, en realidad, es ella la que te escucha a ti, la que está diciéndote que sí, que lo que estás sintiendo en ese momento es correcto. Pongas la música que pongas de algún modo sé consciente de que tú no tienes todo el poder sobre la música sino que es al revés, es la música la que tiene todo el poder sobre ti. La música ayuda a vivir a través de las ideas, las ilusiones y las imaginaciones que uno se forma.
142 RC. Hay una persona que ha sido muy relevante en tu vida, en tu trayectoria musical y necesariamente hay que hablar de ella, Victoria de los Ángeles.
Sí, a propósito de La Cenerentola (La Cenicienta), Victoria es mi hada madrina. Mi madre fue la que me llevó al Liceo con 6 años, la que me llevó a todos los ensayos del Liceo, pero todo lo que ella no consiguió, llegó un día Victoria con su varita mágica, hizo “plin” y se convirtió en mi hada madrina, la que convirtió la calabaza en una carroza, la que convirtió los ratones en caballos, la que me llevó al baile y la que me dijo “nunca serán las 12” porque la magia nunca desaparecerá. Ella llegó en el momento en el que yo estaba preparado para que la calabaza se convirtiera en carroza, para que los ratones se convirtieran en caballos y para que hubiera un baile con un príncipe encantador. Ella llegó justo en el momento en el que yo lo necesitaba.
142 RC. Ella te descubrió la libertad de escoger, dices.
Me descubrió que la libertad no era hacer lo que yo quería porque, claro, yo tenía una adolescencia bastante alterada, no iba nunca a la universidad, no iba nunca a clase, hacía lo que me daba la gana, vivía de noche, dormía de día, en mi casa estaban bastante desesperados y entonces ella fue la persona que me confrontó conmigo mismo, la que me enseñó que yo tenía la capacidad de poder escoger lo que quería hacer. En eso consistía la magia, en poder escoger.
142 RC. ¿En qué momento se abre tu corazón a la vivencia de la música?
Después de que me pasara esto de Victoria decidí comprarme una entrada para ir al Liceo, que era algo que no había hecho nunca porque siempre me había llevado mi madre. Como estudiante del Conservatorio podíamos ir a los ensayos generales, pero un día decidí que me compraría una entrada. Y esa entrada era para Rigoletto de Verdi y cantaban Leo Nucci, Alfredo Kraus, Adriana Anelli, lo recuerdo como si fuera ahora mismo, Montserrat Aparici, recuerdo todo el casting, recuerdo el momento en el que sale el director, la primera Cabaletta que canta el Duque de Mantua (el cantante era Alfredo Kraus) y en ese momento dije “sí, este es mi mundo, aquí es donde quiero estar”. Acabó la Cabaletta y el Teatro se vino abajo, yo también aplaudía como un loco. El mundo de la ópera es un mundo irreal, un mundo hiperbólico, un mundo donde todo lo que pasa es exagerado. En el Werther, por ejemplo, empieza el último acto y lo primero que se oye es a Werther pegándose un tiro y después está media hora cantando, esa es la magia, ese hombre está media hora cantando después de haberse pegado un tiro y canta como Dios. Entonces es ese algo hiperbólico de la ópera, de la hiperimimaginación, de lo hiperexagerado, es el lugar en el que yo dije “es el sitio en el que yo quiero vivir”.
142.RC. ¿Cómo es tu relación con el piano?
El piano es quien consigue que ese amigo que es la música se convierta en algo tangible, en algo que puedes tocar. El piano es quien hace posible que toda esa magia se pueda, de algún modo, tocar, que la puedas ver, que puedas abrir la caja de resonancia y puedas ver cómo los martillos golpean las cuerdas y cómo ese fenómeno físico sale de algún sitio. En casa no pasa un día en que no toque. Lo último que hago antes de irme a dormir es entrar en mi biblioteca, cerrar el piano con llave y decir buenas noches y entonces me voy a mi habitación. Es una especie de locura absurda, pero al final es el mejor amigo que tienes porque siempre está ahí, siempre toca lo que necesitas escuchar. El haber renegado del piano hace muchos años, que es una cosa que ahora llevo muy mal, me lleva a ser ahora extremadamente cariñoso con él. La música es el único arte que necesita un médium. Tú tienes, por ejemplo, una partitura de Bach, pero está en el papel y si tú no sabes leer ese papel necesitas un médium, un transmisor, lo que se llama un intérprete y este intérprete es el que fabrica la música, porque la música en realidad no existe, solo existe cuando la tocas. Ese intérprete está fabricando físicamente la música, y eso es una cosa milagrosa a la que la gente parece no prestar mucha atención. El momento en el que estás tocando estás convirtiendo algo tangible, esa matemática del papel en algo totalmente intangible, que son las emociones que te transmite.
142 RC. Acabas de publicar un libro junto al ilustrador Fernando Vicente que lleva por título “Beethoven. Un músico sobre un mar de nubes”. Hablemos de Beethoven, ¿por qué un músico en un mar de nubes?
Hay un cuadro de Caspar David Friedrich que es “El caminante sobre el mar de nubes” que está en el Kunsthalle de Hamburgo. Es la primera representación del hombre romántico, el primer momento en que vemos en un cuadro al hombre romántico, de espaldas. Está frente a la naturaleza. Es el hombre que por primera vez mira a la naturaleza salvaje y la mira desde arriba como un genio creador, como el hombre que se ve con la capacidad de dominar, de mezclarse con lo más salvaje de la naturaleza, las tormentas que están a sus pies. Yo he visto siempre a Beethoven como el primer hombre que pasa del neoclasicismo al romanticismo, el primer hombre que se enfrenta con su destino, el primer hombre que quiere hablar de él con su música y cuando pienso en Beethoven siempre pienso en ese cuadro, de ahí viene el título, un músico sobre un mar de nubes.
142 RC. Con 16 años llevan a Beethoven frente a Mozart y éste se quedó impactado. Unos años más tarde Beethoven decide partir hacia Viena.
La idea de partir es una idea que a mí siempre me ha gustado mucho. No se trata tanto de si Beethoven tuvo que partir hacia Viena, se trata de que todo el mundo, si desea trascender, tiene que partir. En algún momento de la vida tienes que ir a algún lugar y esta idea es fascinante, la idea de ir a buscar las cosas. Si tú vas, por ejemplo, a buscar una música, esa música va a ser tuya para siempre porque has hecho un esfuerzo de ir a por ella.
Solo el hecho de ir a buscarla ya te da una nueva perspectiva de las cosas. Beethoven sabe que quiere ser trascendente y sabe que en Bonn no podrá serlo, que tiene que ir a buscar la trascendencia a otro lugar y ese lugar es Viena y por mucho que él se añorara de Bonn y se añorara del Rin, nunca vuelve, porque sabe que su lugar es el otro.
142 RC. Es un poco el “viaje del héroe”.
Efectivamente. Es el viaje que todo el mundo debería hacer. Todos deberíamos encontrar ese “héroe”, encontrar nuestra trascendencia. La revista que hacéis es vuestra trascendencia, es las ganas de trascender, esas ganas de traspasar, es las ganas de que “El amor en los tiempos del cólera” no se quede solo en tu mesita de noche, es las ganas de querer llegar a algún lugar y vuestro lugar a lo mejor es la revista, pero es la idea de ir a algún lugar. Esta idea me encanta. Vuestra revista dentro de 200 o 300 años alguien la encontrará en un sitio y la abrirá. En ese momento has trascendido, en ese momento eres inmortal.
142 RC. Beethoven no fue ajeno al momento histórico. Le tocó vivir un tiempo con muchísimos cambios, trascendental, el ocaso del Antiguo Régimen, el punto de partida de la Revolución francesa. Una de las obras más importantes de Beethoven fue la Tercera Sinfonía, originariamente dedicada a Napoleón y a los ideales de la propia Revolución Francesa que admiraba, pero algo pasó. Tras haberla compuesto vino una gran desilusión.
Sí, tuvo una gran desilusión cuando su alumno Ferdinand Ries le dijo que Napoleón se acaba de autoproclamar Emperador. Ese momento es trascendental para él porque piensa que Napoleón no es el héroe, ya que se corrompe como todos los demás, así que cambia el título que originariamente era “Bonaparte” por “Sinfonía eroica composta per festeggiare il sovvenire d´un grand´uomo”, es decir “Sinfonía compuesta para festejar o celebrar la llegada de un gran hombre”, que ya llegará algún día. Pero ese hombre es él. Es a partir de ahora que yo soy el centro de mi música, yo voy a contar, voy a ser el héroe, me voy a convertir en el héroe de mi propia música y voy a intentar ser ese hombre.
142 RC. Cuando se habla del “significado musical” hay un antes y un después de Beethoven.
Sí, hay algo que le cuesta mucho entender a la gente, a ver si soy capaz de explicarlo. Cuando tú hablas de pintura abstracta, todo el mundo sabe lo que es, es una pintura que carece de sujeto, carece de forma. La música siempre es abstracta, la música en sí misma no significa nada, otra cosa es música con palabras, pero la música no tiene ningún significado, siempre es abstracta, nunca tiene sujeto. Si escuchamos una música triste esa música puede servir para la muerte de nuestro padre pero también puede servir para cualquier otra situación triste, en realidad está hecha con una intención pero solo es una intención, podría significar mil tristezas distintas. A partir de Beethoven es cuando todos intentamos entender que la música tiene un sentido semántico. Él quiere que su música explique situaciones y cosas concretas, que nos revele situaciones y momentos exactos y concretos que nosotros podamos identificar, lo que es absolutamente imposible, pero es una ilusión que él persigue y a partir de ahí todos entendemos que la música tiene un significado semántico y todos le atribuimos esos significados que en realidad no tiene, pero él es el primero que se empeña en hacer eso.
142 RC. Con algo más de 30 años Beethoven tiene que hacer frente a su mayor adversidad, la sordera, ¿cómo vivió esa circunstancia?
Imagínate para un músico ser sordo. Se avergonzaba de ello, no quería que nadie se enterara, intentaba disimularlo con su carácter, siendo huraño. La gente pensaba que era un misógino, que era un mal educado y él lo que hacía era intentar disimular porque no oía a la gente. Lo disfrazaba de ese modo. Finalmente decide confesarse escribiendo una carta a sus hermanos (que después no envía y que se encuentra en su escritorio después de su muerte), el famoso Testamento de Heiligenstadt. Esta carta representa una aceptación de su condición, una decisión de enfrentarse a su destino. De algún modo es para él una liberación, quitarse de encima unos pensamientos que había tenido de quitarse la vida, muy típicos también del primer romanticismo. Le supone llevar todo eso de un modo más natural y sigue tocando en público hasta que llega un día que se hace evidente que ya no lo puede seguir haciendo.
142 RC. Tras esa decisión que toma de hacer frente al destino, entra en un período de muchísima creatividad y entonces compone la famosa Quinta Sinfonía e inevitablemente cuando se habla de la Quinta Sinfonía hay que hablar de esas cuatro primeras notas. Cuando Schindler le preguntó a Beethoven por el significado de esas cuatro notas, él le contestó “así es como el destino llama a la puerta”.
Sí, eso es lo que Schindler explicó que Beethoven le dijo. Schindler era un hombre muy fantasioso, un hombre que entendió que había tenido la suerte de estar al lado de Beethoven y que entendió que a lo mejor podía exagerar en algunas cosas. De hecho, en Alemania y en alemán, se llama así muchas veces, no se habla de la Quinta Sinfonía, sino de la Sinfonía del Destino. Es una cosa que ha calado totalmente en el imaginario. Más allá de si el destino llama o no a tu puerta de ese modo, lo realmente fascinante del tema gracias a la grandeza de él como músico, es la capacidad de crear un universo musical con cuatro notas. Eso es fruto de una imaginación inmensa. Le gustaba hacer variaciones al piano ¿por qué? porque su imaginación era tan grande que cualquier tema se le quedaba pequeño y tenía que desarrollarlo diez mil millones de veces. Esas cuatro notas le sirven casi para hacer todo el primer movimiento. Sencillamente increíble.
142 RC. ¿Tienes la sensación de que los Réquiems son la obra cumbre de los autores? ¿el tipo de obra que más conmueve?
Fíjate que nosotros siempre tendemos a pensar que aquello que a nosotros nos trasciende mucho también fue trascendental para el compositor. Cuando uno escucha, por ejemplo, el Réquiem de Verdi, que es maravilloso, pasa por alto que el compositor era un hombre con muchos problemas de fe, muy escéptico en cuanto a la religión, en cuanto a las creencias, y sin embargo escribe una música estratosférica. No tenía una fe especial, una espiritualidad sí, pero no había una fe. En el caso de Mozart, escribe esos Réquiems por un puro encargo, porque necesita el dinero. No sabe qué hacer y se pone a escribir como puede, pero murió antes de finalizarlo. Lo importante es como tú lo vivas y lo sientas. Si a ti te sirve, te hace vivir y lo sientes así, pues perfecto. Existen muchísimos Réquiems, muchísimos, y cada compositor lo afronta desde su prisma, desde sus creencias y desde sus momentos personales.
142.RC. El 7 de mayo de 1824 en la Corte Imperial de Viena nace la Última Sinfonía de Beethoven, la novena. ¿Cuál es su mensaje, la trascendencia histórica de esta Sinfonía?, ¿qué nos dice hoy?
Beethoven leyó el poema de Schiller desde muy pequeño, desde siempre conocía el poema de Schiller y siempre había querido ponerle música y, de hecho, esa melodía tan famosa ya está en otras obras de él antes, porque ya lo tenía en la cabeza desde hacía años y años. Tenía la idea de que Schiller no había querido hacer una Oda a la alegría sino una Oda a la libertad y que no había podido escribirla por problemas de censura y tuvo que cambiarla por una Oda a la alegría. Beethoven veía en el poema de Schiller los ideales que él tanto anhelaba, los ideales que él había compartido en los bares de Bonn antes de partir a Viena, donde se encontraba con los músicos, con los intelectuales, con los escritores. La Novena es esto. Si vosotros escucháis una Novena veréis que es un galimatías, no se escucha nada, es su sordera, es él intentando afinarse a sí mismo en su interior hasta que de golpe llega el primer acorde y empieza a fluir la Sinfonía que pasa por un Adagio increíble y llega finalmente al poema de Schiller que es una innovación, porque nunca antes se había hecho una Sinfonía con un coro cantando y unos solistas. O sea, aparte de ser una innovación técnica, es un compendio de todos esos ideales de los que hemos hablado.
142 RC. Beethoven muere en 1827, tiene un entierro multitudinario. ¿Cuál ha sido el impacto de Beethoven en la historia de la música, cuales han sido sus aportaciones fundamentales?
Intentar decir esto en pocas palabras es imposible, pero podríamos por lo menos comentar una idea. La idea del primer artista, del primer genio creador, la idea de que habrá mil príncipes en la música, pero Beethoven solo hay uno y ese soy yo, el genio creador, la idea de que lo que hago no me viene de una inspiración de no sé donde, ya que yo soy responsable de lo que hago. Esta idea del genio existía antes de Beethoven, desde los griegos, como algo que te posee desde fuera y en el momento en que te posee eres capaz de crear, pero es algo que no depende de ti, es un demon, es un demonio. Pues a este demon los romanos lo llaman “genius” y después, en la tradición judeocristiana esos son los ángeles custodios. Es aquello que tienes que en algún momento te inspira, te hace sentir capaz y escribes un poema o una Sinfonía, y Beethoven dice, no, no, soy yo. Y yo, por lo tanto, soy un artista, no soy solo una persona que escribe música, que hace cuadros o que hace versos, yo soy un artista y todo el mundo me tiene que reconocer a mí como un artista y a partir de ahí, a partir de Beethoven, toda la concepción de la creación cambia para todo el mundo.
Naturalmente que Mozart y Bach sabían que eran distintos, pero en su sociedad nadie lo entendía así, no estaba lo suficientemente madura para que nadie entendiera que Bach o Mozart eran genios, pero con los profundos cambios que trajo la Revolución Francesa, a Beethoven le llegó el momento de autoafirmarse. Por eso consigue que unos aristócratas le firmen un contrato en el que le pagan una renta vitalicia, porque reconocen su genio y un genio de tal calibre necesita tiempo y tranquilidad para mostrarse, así dice literalmente el contrato y, por lo tanto, le van a pagar una renta vitalicia para que escriba lo que quiera, cuando quiera y como quiera y lo más importante, si quiere. Ese es el reconocimiento total por parte de los otros de su condición de genio, de su condición de artista. Es algo maravilloso y, al mismo tiempo, supone una inmensa responsabilidad.
142 RC. Háblanos de la relevancia del silencio en la música.
El silencio es lo más importante de la música. Cuando estudias música, te enseñan, “esto es una redonda”, “esto es una blanca”, “esto es una negra”, “esto es una corchea”, “la redonda vale 4 tiempos”, “la blanca vale 2”, “la negra vale 1”, etc. Una vez te han enseñado todo esto y lo tienes todo claro, lo siguiente que te enseñan es “esta es la redonda que vale 4”, “este es el silencio de la redonda, es el silencio que vale 4 tiempos y es igual de importante que la redonda”, “este es un silencio de blanca, si la blanca vale 2 tiempos, el silencio de blanca vale 2 tiempos”, “este es un silencio de negra, si la negra vale 1 tiempo el silencio vale también 1 tiempo”. Cuando tú ves cualquier partitura, del mismo modo que está lleno de notas está lleno de silencios, porque los silencios que escribe el compositor son tan importantes como las notas. El maestro Barenboim dice que la nota más importante de cualquier concierto es el silencio antes de empezar y la segunda nota más importante es el silencio después de terminar, independientemente de todos los silencios que haya en medio.
Es condición sine qua non que exista el silencio para que exista la música, y una vez has entendido esto, la segunda cosa es entender que el silencio es música, que el silencio es una parte de la música. Cuando escribo, nunca estoy oyendo música porque si me pongo música es para escucharla. Prefiero el silencio.
142 RC. ¿Sigues hablando con Beethoven?
Sí, por supuesto. Cada año, el día de mi aniversario me voy a Viena a pasar el día frente a la tumba de Beethoven. Llego por la mañana lo más pronto que puedo, me voy directamente al Cementerio Central de Viena, al rincón de los compositores, donde está enterrado Beethoven. A su lado está Schubert, que quiso ser enterrado a la diestra de Beethoven, y enfrente hay un monumento conmemorativo en memoria de Mozart, aunque él no está enterrado allí. Voy una vez al año, le cuento lo que he hecho durante el año, le explico las cosas que hago, lo que dejo de hacer y tengo la ilusión, una vez más la fantasía, de que eso me ayuda de algún modo. Hago un repaso con él de todas las cosas y me despido hasta el año que viene. Cuando lo explico, la gente debe pensar que estoy loco. Me importa bien poco, pero es así. Hablo muchos días con Beethoven, pero ese día es muy especial para mí.
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