Tras veinte años separados, Isabel acepta cuidar a Ramón, su exmarido, gravemente enfermo. “No quería sentirlo, no quería odiarlo, no quería quererlo”.
Una mujer descubre azarosamente que su vecina tiene una relación con su suegro y ese secreto -por el que siente asco y fascinación- le hace compañía.
Nieves acude a la fiesta de cumpleaños de una amiga de su hija y durante unos instantes acaricia la mano del padre de esa niña, siente un hechizo. “Quise retenerlo, atraparlo para que no se escapara, para que viviera dentro de mí siempre, aunque sabía que, al alejarme del lugar, el hechizo iría desvaneciéndose poco a poco”.
Floren recuerda con dolor la primavera de 1937. Hay algo que no ha contado a nadie. “Él nunca se lo ha contado a nadie, ni siquiera a Geneviève”, su mujer, en los últimos días de ésta. Floren, entonces un muchacho, siempre andaba solo y no parecía peligroso. Por eso no fue fusilado por los fascistas. Manuel, sí. Le gustaba estar con él, jugar, descamisados, y mirar, sudar, hablar, tumbados en la campa.
Eider Rodríguez nos habla en el libro de relatos “Un corazón demasiado grande” (Literatura Random House), escrito originalmente en euskera, de apego y de distancia, de soledad y deseo, de la vida cotidiana y de la intimidad, de seres fronterizos en los que podemos reconocernos.
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142 RC. Antes de hablar del libro me gustaría conocer tus referencias en el género.
El primer autor que me impactó en mi trayectoria vital fue Julio Cortázar, “Final del juego” y “Las armas secretas”. Estos relatos me dejaron KO y posteriormente vino Raymond Carver, desde otro lado y con otra simplicidad y con otra maestría. Pero mi autora favorita entre todos los autores es Alice Munro. Para mí es un genio como escritora, como cuentista, y con una manera de retratar la realidad que pocos novelistas alcanzan.
142 RC. Hay un tema recurrente en tus cuentos, la relación con los “otros”, la relación con los desconocidos, como algo inquietante. Mientras leía el libro pensé en Carlos Skliar, en su obra “Hablar con desconocidos” que dice que a veces hablar con un desconocido puede cambiar el pulso de la tierra, en el sentido positivo, o negativo. ¿Qué te sugiere lo que te estoy diciendo?
Pues me sugiere muchas cosas. Por una parte, los “otros”, eso, ha estado muy presente a la hora de escribir. Cuando digo los “otros” estoy diciendo también “nosotros”. Hay una frontera, una línea divisoria entre lo que son ellos y lo que somos nosotros. Esto lo relaciono con la frontera, física y administrativa, que está también presente en estos relatos. Yo vivo en Hendaya, que forma parte de la Administración francesa pero trabajo en Donosti (San Sebastián). Estoy constantemente cruzando la frontera y cruzando también la línea divisoria entre el “otro” y el “yo”. Enseguida te das cuenta de que es un artificio, esa raya en el suelo, como los artificios que también tenemos, emocionales y psicológicos para diferenciarnos del resto del mundo del “otro”. Me interesa muchísimo esta línea divisoria, las contradicciones que se generan, los prejuicios que se crean, los veo como huevos que se dejan en esa línea fronteriza y que yo intento romper con delicadeza y ver lo que hay en su interior. Si. Está muy presente el tema de la frontera, aparte de la administrativa, la frontera entre lo racional y lo emocional, lo cerebral y lo corporal, la vida y la muerte, la maternidad y la hijedad, si se me permite la expresión, las líneas entre las diferentes clases sociales, el primer mundo y el tercer mundo. Todo ello lo he querido transitar.
142 RC. Eres profesora, además de escritora. ¿Cómo ves la literatura en euskera en estos momentos?
Yo creo que en la literatura vasca hay cada vez cosas más interesantes. Es una literatura cada vez más madura. Quiero decir con ello que es cada vez más compleja, más variada, más poliédrica y eso siempre es bueno. Quizá lo que nos falta es un sistema cultural y una industria más potente y, sobre todo, tenemos el problema del desprestigio de la lengua que es algo con lo que tenemos que lidiar. Una de las asignaturas que yo imparto como profesora en la Escuela de Magisterio, es “Fomento de la Literatura para futuros docentes” y de los pocos que leen casi nadie lee en euskera. Es difícil.
142 RC. ¿Por qué escribes?, ¿desde cuándo?
A mi siempre me ha gustado mucho hacer cosas con las manos. Con barro, pintar, recortar, pintar fotos, collage. Me ha gustado siempre mucho eso. Lo he hecho desde pequeñita. La creación con las manos me generaba una sensación que yo no la he encontrado nunca en ningún otro ámbito. Una sensación de bienestar, de plenitud, de excitación. Estás creando algo. Dejé de hacer eso, y a los veinte o veintiún años empecé a escribir, un poco por casualidad, y vi que escribiendo y construyendo relatos recuperaba sensaciones que conocía. Conecté con esas sensaciones de la infancia y me emocioné mucho. Ahora es algo que busco. Busco algo que no había antes y esa magia la encuentro a través de la escritura. Es una sensación muy fuerte.
142 RC. Creo que hay una cierta atmósfera en tu obra: la dificultad de aproximarse, de relacionarse con los otros. En el relato que da título a tu libro, “Un corazón demasiado grande”, escribes: “descubrió que quería verlo morir, que no le deseaba sufrimiento alguno, no quería sentirlo, no quería odiarlo, no quería quererlo, no quería tocarlo, no era fácil sentir piedad por Ramón”. Ahí hay contradicciones, querer acercarse para cuidar a su exmarido enfermo, no querer hacerlo. Háblame un poco de eso…
Lo has dicho tan bien que lo voy a estropear. Pues sí. Somos seres complejamente sociales. Necesitamos del otro, pero en esa necesidad suceden cosas muy complejas y muy contradictorias, y a la vez, interesantes y divertidas, auténticas, genuinas. Toda esta amalgama de sentimientos confusos yo los intento traer a la luz a través de los relatos. No es “me cae bien” o “me cae mal”, “quiero estar con él” o “no quiero estar con él”. Hay sentimientos totalmente opuestos incluso dentro del amor. ¿Me quieres o no me quieres?... como si fuese tan simple. Las palabras son un constructo para aprehender una realidad pero de manera precaria muchas veces. Parece una contradicción lo que estoy diciendo porque yo trabajo con palabras. Al final, lo que intento es mostrar, a través de las palabras , realidades que las propias palabras de manera aislada no pueden aprehender. Echo mano de los relatos. Yo soy muy fan de las contradicciones. Con eso no quiero hacer una apología de ellas, pero no tenemos que tener miedo.
142 RC. Me remite lo que dices al filósofo Joan Carles Mèlich, que sostiene que para entender al ser humano, mucho más que a Descartes o a Kant, hay que leer a Dostoievski. No es un tema tanto de conceptos, como de una complejidad que la literatura sí puede mostrar.
Me siento muy identificada con esa frase también. Pongo como ejemplo lo siguiente. Se acerca más a lo que es el País Vasco la literatura que lo que se escribe en los periódicos. Yo tengo mucha fe en eso.
142 RC. Hay un tema que no abordas en tu libro, y es “lo tecnológico”, internet, lo virtual, las redes sociales. En cuanto a las relaciones humanas, ¿crees que constituyen una herramienta, un medio de aproximación, de amistad, de posibilidad de conocimiento?
Tengo una relación ambivalente con la tecnología. Para empezar soy bastante patana con la tecnología digital. Utilizo esas herramientas, las redes sociales, pero de manera interrumpida y siempre con cierto resquemor a mostrarme, no mostrarme… No tengo mucha confianza en las redes. Me interesan como material literario, formas nuevas de relacionarse que generan un tipo de soledad hasta ahora desconocida. Como práctica personal la utilizo porque forma parte de mi tiempo y soy hija de mi tiempo, pero con restricciones autoimpuestas.
14 RC. El tema de la soledad está muy presente en tus relatos. Tomé notas de dos de ellos que me parecen muy ilustrativos de eso: “Carne” y “Gatos”. En “Gatos” la soledad de la mujer, sobre todo, es sutilísima. Hay latente un cierto deseo de ella, apenas perceptible, de conectar con él. Veo una mujer muy sola. Y algo similar le ocurre al hombre en “Carne”.
Ambos relatos están situados en Hendaya que es un lugar en el que la propia arquitectura está hecha de manera tal para que la gente no pueda encontrarse. No se propician los encuentros entre la gente, la comunidad, que es algo que echo muchísimo de menos. En el relato “Gatos, viven en casas colindantes, tienen cierta relación muy diplomática, buena, pero hay un deseo que está latente pero que no se llega a manifestar apenas. En el relato “Carne”, el hombre en la playa llena de gente, llena de cuerpos… los mira, pero lo que realmente tiene una impronta muy fuerte en él es el contacto físico, de un cuerpo, de un cuerpo humano, que es lo que le conecta a la vida. Estamos cada vez mas despegados, mas desapegados de la tierra, del cuerpo, de la naturaleza, de tocarnos. Está muy presente en mi literatura esa carencia.
142 RC. Hay temas de los que no se habla. En el relato “Y poco después ahora”, un viejo republicano, homosexual, tiene algo guardado, no dicho nunca. En “Actualidad política”, escribes: “las palabras no tienen peso, no se oyen, no se dicen”. ¿De qué no se habla? ¿De qué no se puede hablar y por qué?
No se habla de lo que no nos atrevemos a reconocer. A veces ni siquiera nosotros mismos conocemos nuestra verdad íntima. Otras veces tenemos traumas, como secretos que tenemos para nosotros mismos. Esos traumas, esas verdades íntimas que no enfrentamos, crean un montón de agujeros en la sociedad y en la comunicación. Y curiosamente uno de mis temas favoritos es cómo el ser humano, tan sofisticado, con el lenguaje que nos diferencia de los animales, cada vez utiliza más el lenguaje para no decir, o para ocultar lo que nos está pasando. Veo esta perversión de las palabras. Me da mucho miedo y es algo contra lo que lucho yo también internamente. A veces me atrapo a mí misma utilizando una palabra que realmente está ocultando una realidad. Creo que como escritora he de luchar en contra de eso e intento que las palabras que utilizo estén lo más cercanas que sea posible a lo que realmente quieren decir, que no siempre es fácil.
142 RC. En los dos relatos citados, ese silencio es también por el peso de lo social. La homosexualidad en una determinada época.
Si, claro. La guerra. Una época muy dura a nivel de represión política, pero también sexual. Siempre pienso, cúanta ocultación habrá habido, cuánto dolor, cuánto trauma, cuánta violencia. Estuve una época en Navarra y tuve contacto con gente que estaba recuperando la memoria de la Guerra Civil y conocí un montón de historias. Todas las historias que se contaban eran políticas, también vitales, emocionales, pero yo creo que ahí faltaban tantas cosas también….
142 RC. Las historias de tus relatos, ¿de dónde surgen?
Mi herramienta principal es la imaginación. Por supuesto, la experiencia personal también, pero a mí me gusta imaginar. No me gusta tanto transcribir o relatar basándome en hechos reales. No me atrae. Me gusta construir. Tener la sensación de crear. Y luego yo me nutro mucho de los sueños, el inconsciente me parece una gran fuente a la hora de escribir, de la radio, de las conversaciones en el transporte público, de lo que veo.
142 RC. En relación al estilo, cuando te leo te siento más cercana a Carver que a Cortázar.
Totalmente. Me encanta Cortázar pero no tengo nada que ver con su estilo.
142 RC. Recuerdo que a veces con un simple adjetivo o una frase muy corta describes a una clase social.
Yo no soy una persona que hable mucho. La palabra no es mi don. Intento hacer de mi defecto virtud y trabajar mucho con el silencio y con la economía de la palabra. Me siento muy identificada con Carver.
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